convincente. Pero ya vamos viendo que aquel atuendo de estilo español para muchos resultaba un disfraz incómodo. La palabra «estilo», pronunciada y escrita por entonces hasta la saciedad, era un concepto en perpetua búsqueda de su propia definición, vocablo prestigioso con unas resonancias aristocráticasqueintentabanconcederleunvalor«per se», como un guiño dirigido a halagar los bajos instintos de las clases acomodadas, invitadas a la participación y al ascenso al sentirse imbuidas de su misión ejemplificadora.