la vista la abundancia de títulos dedicados a ejemplarizar la vida de las mujeres ilustres, con el consiguiente aderezo de material gráfico. Pero aquellas historias, si bien podían «levantar el ser a definitivos propósitos», no dejaban de proponerse nunca comounaexcepciónenlaquetampococonveníaquelamujer corriente se viera reflejada. El pueblo español estaba, naturalmente, muy orgulloso de contar con figuras como Santa Teresa de Jesús, Mariana Pineda, Isabel la Católica o Agustina de Aragón,