orilla del río. Anochecía y se encendieron unas luces muy cálidas tras las ventanas del edificio. Betina no tardó en salir. Sólo entonces Jano vio que ella tenía apoyada una bicicleta en la verja de la entrada; una bicicleta grande, algo pasada de moda, que probablemente habíapertenecidoasumadre.Betinatuvo unos momentos como de concentración excesiva, inusuales en ella. Sus ojos miraban hacia el suelo mientras parecía querer extraer, a duras penas, de su cerebro