de su mente. «¿Era su mujer? Atienda. Digame. ¿Una amiga? ¿Una desconocida, quizá? ¿Era hermosa?», dijo la voz; sus preguntas carecían de entonación. Era consciente de sufrir vacíos temporales, zonasciegascuyaduraciónnomedíani intuía, mas empezó a temer la frecuencia con que parecían producirse. Desconocía también la influencia que ejercieran sobre sus actos. Acaso no existieran más que en la medida que necesitaba