; para cuando éste llegó, gris y belicoso, ya había trabado relación con el camarero en cuya zona de servicio se hallaba la mesa. No era hombre de costumbres ordenadas ni de pequeñas satisfacciones pero la posesión de aquella mesa reservada con fidelidad tácita por aquel servidordeconfianzaleproporcionabaunasensación de bienestar desconocida. Entonces le pareció recordar al camarero, aunque por el momento sólo consiguiese visualizar sus manos, las manos venosas y algo temblonas que le traían el plato de