de plomo, la mirada vidriosa por causa de la fatiga. Una vez más, detuvo sus pasos. Se hallaba en el límite de sus fuerzas. Le invadía esa placidez que anuncia el desmayo final, la entrega definitiva al cansancio. Con sus pasos detuvo también su mente.Preferíanoahondarenlamemoriaante el temor de arrastrar consigo otros fantasmas que, esos sí, ya creía olvidados. Era tarde para sacarlos a escena; además, era labor propia de espíritus