dar la cara. Repentinamente turbado, echó a andar con paso enérgico. Trataba de ahogar el peligroso acceso de llanto que le amenazaba y a cuya compasión le angustiaba ceder. De pronto, de modo inesperado, la decisión de sus pasos coincidió con laimagendesuautomóvil.Paróensecoysepalmeó la frente: ¿Era posible que hubiese olvidado la existencia de su automóvil? ¿Había salido de casa a pie, huyendo hacia ninguna parte, sin que