rostro mojado, rabioso y llorando más y más, una pesadilla que no para de manar. Dejandose caer de rodillas, tras apartarse unos pasos del punto en que permanecía inmovilizado y llorando, hundió el rostro en el asiento del butacón.Lanarizaplastadacontraelcojínolía la tela polvorienta, olía esa emanación ajada y seca que adquieren las telas con el polvo de los años. El retor absorbió las lágrimas como un secante. --Si pudiera dormir --