lugar de referencia que antes le tuvo obligado, el Macao, se convertía ahora en un enemigo temible. Porque, sin duda, ése era el portal que velaba el ojo del laberinto, y si al entreabrirse cruzaba con él sus ojos, este azar bastaría para señalarle ydesatarcontraélalosperrosdelanoche. Volvió a ponerse en marcha, felicitandose por su anterior renuncia a tomar aquella copa y fumar aquel cigarro pero temiendo a la vez desembocar