de la frente y las sienes. Quizá fuera el televisor, pensó, el que irradiaba tanto calor; en todo el día no percibió calor ni recordaba haber sudado; ella tampoco lo había mencionado. Todo es muy extraño, se dijo volviendoaconcentrarseeneltelevisorsinmover un músculo. La pantalla esplendía entre las sombras de la sala con una luz nerviosa y blanquecina. Tiempo después, un día en que regresaba por tren cerca ya de la medianoche,