de Dante, con ilustraciones de Gabriel Rossetti, que Francesca le había regalado y dedicado. Por fin sacó el manuscrito de su inacabado poema. Probó a escribir algo, estimulado como se sentía por el encuentro con Betina a orillas del río, pero no pudo. Siempre que se enfrentabaconelpapelenblancosinelsuficiente estado de ánimo, le sucedía lo mismo: el silencio más terrible, el vacío creador anulaban todos sus sentidos y se quedaba como paralizado. Aquella encendida