con el esperado aburrimiento e irritación de la mayoría. Nada más comer sopló un viento frío, se aborrascó la tarde y se tornó más agresivo el verdor de los montes, cortados a pico sobre el lago. A pesar de que alguno de nosotroshablódelasdificultadesqueentrañabael regreso -si llegaba a estallar la tormenta- la excursión se prolongó hasta el anochecer. Fue entonces cuando llovió con fuerza y el oleaje comenzó a hacer resonar las argollas de las