muy a gusto en nuestra mesa. Angela Vicario, sin el velo y la corona y con el vestido de raso ensopado de sudor, había asumido de pronto su cara de mujer casada. Santiago Nasar calculaba, y se lo dijo a Bayardo SanRomán,quelabodaibacostandohasta ese momento unos nueve mil pesos. Fue evidente que ella lo entendió como una impertinencia. "Mi madre me había enseñado que nunca se debe hablar de plata delante de la otra