en el puerto sabían que a Santiago Nasar lo iban a matar. Don Lázaro Aponte, coronel de academia en uso de buen retiro y alcalde municipal desde hacía once años, le hizo un saludo con los dedos. "Yo tenía mis razones muy realesparacreerqueyanocorríaningúnpeligro", me dijo. El padre Carmen Amador tampoco se preocupó. "Cuando lo vi sano y salvo pensé que todo había sido un infundio", me dijo. Nadie se preguntó
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CORRERIII - Pasar peligros, aventuras, o cierta suerte