tomé por una libre versión tuya, por una maravillosa improvisación. Escuchaba tu voz y me negaba a llamar a la puerta, a moverme del rellano de la escalera. Tu voz que pasaba a mi oído y que el oído transmitía a mis ojos, yquemisojosfijabanatravésdelventanalenla estatua de oro que coronaba la más alta de las agujas de piedra del Duomo. »Aquel día acabaste con mi escepticismo repentinamente. Porque recordarás,