marido para contarle lo que estaba pasando en la tienda. Don Rogelio de la Flor la escuchó medio dormido. --No seas pendeja --le dijo--, ésos no matan a nadie, y menos a un rico. Cuando Clotilde Armenta volvió a la tienda los gemelosestabanconversandoconelagenteLeandro Pornoy, que iba por la leche del alcalde. No oyó lo que hablaron, pero supuso que algo le habían dicho de sus propósitos, por la forma en que observó los