ya antes algún escritor sensato se había atrevido a defender la legitimidad del desencanto ante las expectativas de un futuro que no despertaba demasiado entusiasmo. En verdad el entusiasmo no se suscita a voluntad. Ni se puede mantener, como el estilo olímpico, con un diario entrenamiento, porquenonacedenosotrosmismos;sesienteprovocadopor algo que actúa fuera de nosotros... Y no puede uno entusiasmarse de continuo, como no se puede estar en la tensión heroica de la batalla, si no es en la batalla misma. Lo demás es