su arrojo a Agustina de Aragón, no se le ha erigido una estatua. Y aun cuando se tratara de un personaje de ficción, que es lo más probable, su proeza merece consignarse aquí, ya que viene a cuento, como homenajealasabiduríadequienlainventara«paradesengañar al vulgo», como diría el padre Feijóo. Se daba por supuesto, efectivamente, que ninguna mujer podía acariciar sueño más hermoso que el de la sumisión a un hombre,