¡Seis, mejor dicho cinco, miserables entradas, a cincuenta centavos cada una! --¿Ahora no hay nadie adentro? --preguntó Dillon. --No. --Y aparte de nosotros, nadie esperando. Le tomaron miedo a su Nóumeno. --Noveoporqué--replicóelviejo. --Por lo que salió en los diarios. --El señor cree en la letra de molde. Si le dicen que alguien entró en este quiosco de lo más campante