no le parecía linda. O mejor dicho, por el temor de que la mujer, si no la acompañaba, encontrara a otro y se le fuera. Cuando empezaron a bailar sintió una revulsión interna, un estallido de amor propio. «Es demasiado. Nopuedo»,protestó,casiaudiblemente.Alegócansancio, algún dolor en el viejo esqueleto y propuso: --Por favor, Mariana, vamos a sentarnos. Un individuo (¿qué hacía en la pista de baile, sin