el guía me interrogaba (miraba como si fuera a hablarme) yo no sabría qué decir. No había preparado una explicación y estaba demasiado nervioso como para improvisarla. La señora que protestó cuando nos dejaron al rayo delsol,alcomienzodelaexcursión,volvióaprotestar y por suerte atrajo la atención del guía, que dio una respuesta cortés, en la que se adivinaba el enojo: --No, señora --dijo. A lo mejor el lugar no es