Durante varios días me encerré en mi habitación. Quería recordarte entre los vivos. Me negaba a participar en los preparativos que te destinaban, signos inequívocos de una despedida eterna. Tía Delia vino enseguida, y entre ella y mamá me obligaron a seguir viviendo. Pues yo me abandonabaaunaquietudabsoluta,tumbadasobrela cama. En dos ocasiones caí en aquel estado terrible que sólo he conocido en ti y en mí. Era esa total rigidez del cuerpo desde la que no podía realizar ni el más leve movimiento,