apartado de los Visconti, oraba a su Dios y a sus amadas. No muy lejos de allí estaba el portillo por el que Pietro Aretino --aquel vecchio sporcaccione del que tantas anécdotas nos contaba Karl-- salía al campo para gozar delanaturaleza,parahuir--comonosotrosdeseábamos huir-- del desmoronamiento de la piedra y de los sentimientos. »Fantasmagorías del presente y del pasado, versos y leyendas como suspiros que la noche consumía. ¿Era tu presencia,