y las lluvias de mayo, como fermentaban los colores en el fresco de Pisanello. »Sin embargo, he de confesar que aquella primera espera no fue muy larga. Había caído la noche, había sido muy tensa mi inquietud para el escaso tiempo quehabíatranscurrido,peroprontodiviséunasombra en la sombra, una figura negra que subía fatigosamente por el prado. Eras tú y, como me imaginaba, venías aterida, con los cabellos empapados y el vestido pegado