sintió el alivio de saber que no era Francesca la que luchaba desesperadamente con las aguas -la que se podía ahogar- sino que todo había sido una pesadilla. Incluso encontró una explicación para la misma en el rumor del oleaje y en los gritos imaginados porsucerebro.Selevantó,encendióuncigarroen la oscuridad y fue a apoyarse en la ventana de su habitación para contemplar el valle. Luego, encendió la lámpara y continuó su carta a Francesca.