valle la que alivió su espíritu, pero temía que se enrareciera la atmósfera del balneario. De ello ya comenzaba a entrever algunos síntomas en el mutismo excesivo de Peter (un ser habitualmente tan cordial), en los nervios desatados de Adriana (ella, sinduda,nosemoveríadeallíentodoelinvierno), en la inminente marcha de Marescu (que afortunada o desgraciadamente parecía estar destinado a neutralizar la excitación de Adriana). También Betina partiría a mediados