. Pero la contemplación de los negruzcos cuerpos enflaquecidos y descarnados de los esqueletos que tiraban de una rueda de personajes anónimos, me horrorizó. Durante varios días el alcohol, la partida de Karl y el recuerdo de la Danza se fueron alterando en mi cerebro hasta unosextremosquemealarmaron.Nisiquieradisponía del buen cauce de las clases, del rigor de los horarios que tanto atemperaban mis desasosiegos. Había terminado el curso y la falta de obligaciones me hundió cada vez