impenetrable de los Montes de Albania. Todavía no había nieve en ellos a pesar de su altura. En la otra orilla temblaban sobre las aguas algunos pueblecitos cercados por sotos de altísimos y afilados chopos. Los remos de algunas barcas solitarias chapoteaban entreloscañaverales.AJanoleagradaba mucho esta hora de la mañana, pues la gente aún estaba ocupada con los baños y eran escasísimos los curiosos o los paseantes que rompían la soledad de quien todavía no estaba dispuesto para