arrojados a las aguas del río Vadar. También escucharon la historia de dos famosos amantes de aquellos parajes --Lubin y Dojran--, el segundo de los cuales había dado nombre al no lejano lago de Dojran. El guarda seguía contando los estragos de bizantinos yotomanosmientrasMarescuseapresuraba a tomar los primeros bocetos de cúpulas y ajimeces. Betina y Jano prefirieron volver a sumergirse en la grata penumbra del templo, sobre la que sin embargo flotaba una fantasmagórica legión de