antiparras de alambre y canas amarillas, y sobre su cabeza estaba colgada una jaula con un canario que no paraba de cantar. Al verla así, dentro del marco idílico de la ventana, no quise creer que aquella mujer fuera la queyocreía,porquemeresistíaaadmitirquelavida terminara por parecerse tanto a la mala literatura. Pero era ella: Angela Vicario 23 años después del drama. Me trató igual que siempre, como un primo remoto