añadió, haciendo la cuerna contra el mal de ojo con la mano izquierda. Estallaron en una risotada. -Ahora -añadió gravemente Ambrosio- tienes que aguantar para darte el gusto de acompañarle tú en el suyo. Y después, ¡ hasta te invito al mío! Compusosuacostumbradamuecadepayaso -su famoso tic, en pleno combate- y remachó: -Aguanta como entonces, Bruno; ya sabes. -Se hará lo que se pueda -prometió el viejo-.