, la exquisita educación, el buen aire de aquel príncipe disfrazado de mendigo. Por eso había estado todo el tiempo haciendo de él un cómplice pasivo en los juicios, indagaciones, confidencias acerca de David. Y él había tolerado el juego sinelmenorescrúpulo,nosehabíadetenidosiquiera a rechazar las hirientes confesiones hechas para humillar al amigo muerto. Porque, en el fondo --tuvo que admitirlo--, estaba de acuerdo. También él podía haber reconstruido la