y ya había elegido vivir sola. Durante un tiempo me ocupé de mi padre y mis hermanos, traté de organizar su vida. Sufría, pero estaba tranquila. Me consolaba con el viejo recurso de la infancia: después de esto, nada puede ocurrirnos.Peronomedurómuchoelconsuelo,porque yo tenía mi vida aparte y sospechaba que aquel tributo que para la familia suponía la muerte de mi madre no iba a ser garantía de mi dicha futura. Por el contrario,