en la ingenuidad rayana en la complicidad de los liberales. Son dos maneras de ignorar la existencia de los otros: convertirlos en diablos o en héroes de cuento. Es comprensible la desconfianza de los intelectuales norteamericanos ante las pasiones ideológicas; no lo es ignorar que esaspasioneshanconmovidoavariasgeneracionesde intelectuales europeos y latinoamericanos, entre ellos a algunos de los mejores y más generosos. Para entenderlos y entender la historia contemporánea, hay que entender esas pasiones.