Ningún autor serio sostiene hoy, en 1980, que la Unión Soviética es un país socialista. Tampoco que sea, como creían Lenin y Trotsky, un Estado obrero deformado por la excrecencia burocrática. Si pensamos en las instituciones y realidades políticas, es un despotismo totalitario; si nos detenemosenlasestructuraseconómicas,esunvasto monopolio estatal con formas peculiares en la transmisión del uso, el goce y el disfrute de las riquezas y los productos (no el título de propiedad sino ese equivalente