de sacar de su armario, las exhibe triunfalmente a la hora de acostar al niño. Sostenidas en alto por la recia mano provocan una mirada feliz de Renato a su mujer, como diciendole: «¿Ves cómo es papá?» Y Andrea, en efecto, seasombradelbuengustoconquehaelegidoelviejo. «¡Quién lo hubiera pensado en un pueblerino!» El único descontento es Brunettino, cuando van a probárselas. Se resiste inicialmente a la novedad y,