de goce y descubrimiento, sus altos y sus demoras se inscribían en un tiempo diferente del mío, ajeno a la crispada espera de mi sed. Hasta entonces todo había sido un vago anuncio, Alana en la música, Alana frente a Rembrandt. Peroahoramiesperanzaempezabaacumplirse casi insoportablemente, desde nuestra llegada Alana se había dado a las pinturas con una atroz inocencia de camaleón, pasando de un estado a otro sin saber que un espectador agazapado acechaba en