del internado. Otra tarde le contó cómo había defendido a un paralítico de ciertos gamberros que le habían quitado las muletas y se divertían empujandole. Días después le habló de su viaje en globo con Tintín, y desde entonces no hubo tarde en que no le narrara cómohabíarescatadoaTintíndeunpetroleroen llamas o del mortal asedio de un ejército de buitres o de la sucia traición de un antropófago que se hacía pasar por Livingstone. El médico tenía la