que preguntaran tantas cosas y empezó a toser para que se marcharan. La más fea, mientras se despedía, señaló las dos estampas que había sobre la mesilla y comentó: «Cómo se nota que no está tu marido». «No sabes cuántohacambiadoúltimamente»,replicólaabuela. A veces los pliegues de la manta parecían montañas. No, montañas no: dunas del desierto. Y cuando Miguel doblaba la rodilla y la retiraba quedaba una duna grande