que venía del extremo contrario. El dormitorio de Bene tenía la puerta abierta y la luz encendida. Me acerqué lentamente, controlando cada uno de mis pasos para no hacer ningún ruido. En aquel tiempo había aprendido a moverme por la casa como lo haría un auténtico fantasma.Avancécomounaautómata,incapazderetroceder, hacia la luz que Bene tenía encendida. Me lancé abiertamente en el interior del dormitorio de la muchacha, como si hubiera deseado sorprenderla. Pero allí no