no le gustaba tanto, era demasiado serio. Cuando preguntó quiénes eran los que asistían a las tertulias y cómo se llamaban, lo hizo con rudeza, como los matones de las películas de dibujos animados. El niño le vio anotar en su agendalosdosúnicosnombresquesupoproporcionarle: León Alberto y Fagin. --¿No hay ningún Federico? --quiso saber el simpático con un aire verde y castaño de complicidad. --¡Qué bobada! Federico es