un trapo mojado por la cara y las piernas, exclamó qué horror, cómo es posible, y se metió con ella en el baño para lavarla de arriba abajo. Cuando la hubo instalado en la cama que habíasidolasuyaydesumarido,elabuelo,procedió el médico a examinarla. Media hora después, pudo Miguel observar en su rostro el gesto preocupado, fatalista, el amplio arquearse de sus cejas. Mercedes comentó con aire resignado que