a alzar los brazos para que el aire fresco se paseara bajo la blusa. Eran apenas las diez, el bosque se anunciaba lento y profundo; tal vez antes de llegar a la ruta del lado opuesto fuera bueno instalarse al pie de un roble y comer lossándwiches,escuchandolaradiodebolsilloo agregando una jornada más a su diario de viaje interrumpido muchas veces por inicios de poemas y pensamientos no siempre felices que el lápiz escribía y después tachaba con pudor