cuyo escaparate pudiera pertrechar. Así que una vez más me disponía a iniciar el descenso cuando advertí que se abría la puerta de la casa de la Emilia y de aquélla salía ésta a la carrera con muestras de gran espanto pintadas en el semblante. --¡Emilia!--legritédesdelaotraacera--.¿Qué haces aquí? Reparó en mi presencia, lanzó un grito de sorpresa, corrió hasta donde yo estaba y sin que mediara explicación se echó en