, allá por los años cincuenta. --¡Ah, amigo mío, qué tiempos heroicos! Cada vez que el avión se precipitaba en el vacío y parecía que se iba a estrellar contra las montañas, los pasajeros nos desprendíamos el cinturón de seguridad, nosponíamosenpieygritábamosalunísono: ¡Viva Cristo Rey! Cuando aterrizamos en Ponferrada, el alcalde pronunció un discurso que nunca olvidaré. Yo le escuchaba diciendo a todo que sí, y aproveché su enardecimiento