El chófer subió al ómnibus, puso el motor en marcha. Me pregunté: «Si nos vamos y no digo nada ¿lo abandono?, pero si digo ¿lo delato? Y, peor todavía ¿me expongo a que algún turista comente que Brescia yyonoparticipamosenelpaseoporelparque?» Mientras en mi cavilación alternaba escrúpulos y temores contradictorios, emprendimos el regreso. Antes de llegar al límite de los dos sectores, me dije: