, ¡ qué lástima!, esa góndola de plata en el pecho, demasiado estilo souvenir para turistas. Hortensia sorprende la mirada. -Me la regaló él -se excusa y defiende. Andrea la comprende: esa mujer tiene tacto. Cuando vuelven hacia el estudio una puerta abiertaretieneaHortensia. -Es su cuarto --confirma Andrea, que añade unas disculpas-. ¡ Creame, no consiente que se lo arreglemos mejor! Y esa manta viejísima ha de estar siempre