la mano colgante, el cuerpo como derramandosele entre sus brazos... Al verle, al verse así, su carga empezó a pesarle tantísimo que temió derrumbarse allí mismo... Sintió lágrimas en sus mejillas mientras le depositaba en la cama y le cubría. Necesitó reponersedelapuñaladaantesdepodertelefonear... ¡Qué traspasante vivencia! Y ahora ese hijo suyo, ese Renato, contemplandola en silencio, desconcertado, con una pregunta en