vi a un hombre que se ocultaba o, más probablemente, se parapetaba detrás de un árbol, para evitar que lo encandilara con los faros. Quizá yo cavilara aún sobre mi falta de coraje frente a Ricaldoni, porque me dije: «Dos veces, no»,yparéelcoche. --¿Voy bien para Buenos Aires? --pregunté. --Va bien para el Open Door. El hombre se asomó, sonrió y me miró con ojos que no