a verla? El niño negó en silencio, conteniendo el llanto. Sin embargo, entró. La abuela le acogió con expresión serena y un reflejo de océanos inmensos en sus ojos. Con una seña le indicó que acercara una silla y le tendió desmayadamenteunamano.Migueldepositólasuya sobre ésta y permanecieron así varios minutos, mirandose apenas. Estaba muy delgada, débil, demacrada. La piel de la cara se le agolpaba en fláccidas bolsas bajo los